jueves, 31 de diciembre de 2009

2001: UNA ODISEA DEL ESPACIO



Un triunfante homínido lanza al aire un hueso tras utilizarlo como arma, plano que se encadena con el de una nave espacial. Es la elipsis más larga de la historia del cine. Miles de años separan ambos planos, que sin embargo están tremendamente cerca, pues no son más que productos de la inteligencia creativa, el secreto del éxito de la especie humana.

Obra de honda raíz nietzschiana, 2001 describe el pasado, presente y futuro de la evolución humana, que culminará con la aparición del superhombre. Un misterioso monolito será el mudo testigo de los puntos de inflexión de dicha evolución y del enfrentamiento entre hombres que se comportan como máquinas y máquinas profundamente humanas.

Zaratustra oye como Strauss, habla como Nietzsche y ve como Kubrick.

jueves, 15 de octubre de 2009

MATRIX REVELATIONS (II): EL FIN DE LOS OPUESTOS

(Artículo aparecido en la revista Namaste)

Matrix, es, para muchos, una obra maestra del cine postmoderno. En cambio, sus secuelas son consideradas innecesarias y fallidas por un amplio espectro de crítica y público.

Ciertamente, Matrix es más redonda que Matrix Reloaded y Matrix Revolutions. El principal problema de estas últimas es estructural, al constituir una película partida en dos por un molesto “continuará” (como El imperio Contraataca y El Retorno del Jedi). Lo ideal hubiera sido fundir Reloaded y Revolutions en una o haberlas hecho autoconclusivas. Sin embargo, están injustamente infravaloradas y en este artículo trataré de reivindicarlas y de demostrar que las tres forman un todo, siendo absurdo analizarlas por separado. Tomadas como trilogía, constituyen una de las obras más ambiciosas de la historia del cine, en temática, logros y mensaje.

Al final de Matrix, Neo despierta y se convierte en una suerte de superhéroe nietzschiano, mezcla de Luke Skywalker y Jesucristo. Ha trascendido el samsara, descubriendo la red ilusoria que es matrix. No sin dudas, como Jesucristo, asume su papel de Salvador y emprende una cruzada para liberar a los hombres de las máquinas. Elegir el camino de la violencia es señal de que aún no ha alcanzado el Nirvana. Neo ve la realidad en base a opuestos, no ha superado su ego y sigue preso del sufrimiento y el deseo, los principales obstáculos, según el budismo, a la iluminación.

La primera parte aisladamente es una convencional película de buenos y malos, dualista y maniquea: opresores y oprimidos, hombres contra máquinas, el Bien contra el Mal. Una especie de Star Wars más adulta, con referencias budistas y el mismo patrón narrativo del viaje del héroe de Joseph Campbell. Reloaded y Revolutions aportan una complejidad y riqueza que desintegran la, hasta ahora, marcada frontera entre el bien y el mal.

Esto ocurre por primera vez cuando el Oráculo le revela a Neo que ella es un programa. Resulta que no todos los programas del complejo sistema operativo Matrix buscan someter a la humanidad y van apareciendo aliados y simpatizantes: Seraph, Perséfone, Sati... Incluso muestran sentimientos humanos, como el amor de Rama Kandra por su hija.

Matrix Reloaded y Revolutions profundizan en temas sólo esbozados antes: libre albedrío, poder, iluminación... Reloaded en concreto, reflexiona sobre el libre albedrío. Si la trilogía avanza en base a elecciones (píldora roja o píldora azul, puerta de la derecha o puerta de la izquierda...), Reloaded presenta, encarnadas en sendos personajes, distintas posturas filosóficas sobre ellas. En su primer encuentro Morfeo le pregunta a Neo si cree en el destino. Éste contesta que cree en su capacidad de decidir el futuro. Morfeo, en cambio, es determinista: tiene fe en las profecías del Elegido y en las predicciones del Oráculo, pero también cree que lograr el propósito al que está llamado depende de su esfuerzo (“No veo coincidencia, veo providencia”. “Estamos aquí no porque seamos libres, sino porque no lo somos”). No en vano, cree que el Oráculo no dice el futuro, sino lo que necesitan oír para alcanzar su destino. Su postura es compatibilista, combinando determinismo y libre albedrío. Por contra, Merovingio cree en un determinismo fatalista, en el que el pasado y las leyes de la naturaleza causalmente conducen a un único futuro (parece replicar a Morfeo cuando dice: “donde otros ven coincidencia, yo veo consecuencia”). Los Wachowski dejan que el espectador decida si las decisiones de los personajes cuentan o si no son más que peones de un complejísimo juego sutilmente manipulado por fuerzas superiores, de la misma forma que las masas esclavizadas de píldoras azules creen que matrix es la única realidad que existe.

Los titiriteros que mueven los hilos son el Oráculo y el Arquitecto. Junto con Sati (la niña que crea la aurora en el epílogo) forman una "Trinidad" similar a la hindú integrada por Brahma (el Creador), Vishnú (el Preservador) y Siva (el Destructor). El Arquitecto es el programa diseñador de Matrix, un Yahvé con apariencia de burócrata de barba y traje blancos, que desde su panóptico particular, una habitación repleta de monitores, vela por la estabilidad de matrix. Es determinista, pues su creación pretende ser un sistema armónico de precisión matemática. El Oráculo (mujer, en la mejor tradición de los oráculos griegos) es la madre de matrix, la que la dotó de elección y que busca desequilibrarla mediante sus profecías y su apoyo a El Elegido. El enfoque de ambos personajes es opuesto: La racionalidad masculina contra la intuición del Oráculo. Su diálogo final así lo demuestra: “Lo sabías” sugiere el Arquitecto. “No. Lo creí” replica la interpelada. Los Wachowski toman partido, finalmente, en favor del libre albedrío. Tal vez Smith se equivocaba y la libertad, la verdad, la paz y el amor son algo más que constructos del intelecto humano que intentan justificar una existencia sin significado o propósito. Tal vez valga la pena luchar por ellos. Tal vez nuestra existencia tenga sentido.

La dualidad Arquitecto/Oráculo no es casual. El yin y el yang es integral a la sofisticada cosmogonía de la historia. Del mismo modo que una moneda tiene una cara y una cruz unidos por metal (su principio generador o tao) todos los opuestos son complementarios e indisociables de forma que uno es imposible sin el otro. Sólo así se entiende la paradoja que pone de manifiesto el Consejero Hamann de que los humanos dependan de la tecnología para mantener Sión y luchar contra las máquinas (“estas máquinas nos mantienen vivos y las otras nos quieren matar”). Hombres/máquinas, mente/cuerpo, eros/agape, Neo/Smith, Neo/Trinity, son algunos opuestos de la historia. Los más importantes son estos últimos y conviene analizarlos en profundidad.

Como mantienen Gnosticismo y tantrismo, hombre y mujer no pueden encontrar la iluminación separados. Neo y Trinity representan la parte masculina y la femenina de la divinidad que combinadas dan lugar a una Rebis alquímica o entidad andrógina que logra la conjunción de los opuestos y el cese del tormento de la separación. El mensaje es que hemos de terminar con el enfrentamiento entre opuestos, tan del gusto de machistas y feministas y aspirar a una cierta “androginia mental”. Hablar de Neo y Trinity es también hablar de amor. Del amor entre hombre y mujer (eros) y del Amor divino y como sacrificio (agape), algo que en nuestra sociedad egoísta e individualista estamos olvidando y que aparece en múltiples momentos (en Matrix incluso homenajeando el beso revitalizador de La bella durmiente, sólo que invirtiendo los géneros). Y principalmente, del Amor como principio motor del Universo.

Neo y Smith son opuestos, antagonistas de objetivos antitéticos: un troyano, una anomalía que amenaza el sistema contra un programa antivirus. Pero en realidad se necesitan, son complementarios. En Matrix, Smith no lucha contra Neo, sino contra Anderson (en el clímax, Smith sentencia “Adiós, señor Anderson” y el otro contesta: “Me llamo Neo”). Lo que parece una réplica es, en realidad, una confirmación. Neo ha vencido a Anderson, su alter ego, gracias a Smith. Neo derrota a Smith metiéndose dentro de él. Le contamina de su esencia y le convierte en otro virus. Smith ve la dorada luz del espíritu y deviene un ángel caído. Su condición demoníaca se subraya con su capacidad de replicarse poseyendo a otros. Es legión. Pero a medida que la historia avanza los extremos se tocan: Neo se vuelve cada vez más máquina (“Es una máquina”, exclamaba un asombrado Mouse al ver la destreza con que Neo se desenvolvía en el mundo virtual) y Smith más humano (crece y se multiplica como los humanos, cosa que en la primera parte confiesa que es lo que más odia). La impresionante batalla final de Matrix Revolutions es un Apocalipsis reminiscente del Miracleman de Alan Moore, en el que el diluvio bautiza a los contendientes lavándoles del pecado original de la separación. Neo se da cuenta de que debe dejar de luchar y hacerse uno con Smith, su Sombra. Sólo alcanzará su yo esencial y la paz espiritual, si trasciende e incluye la parte de él que ha alienado.

La liberación ha de ser para todos, hombres y máquinas. No puede haber vencedores y vencidos pues todos somos Uno. Es necesario redimir todos los planos de la realidad, para integrarlos y acabar con la fragmentación. Neo lo ve sólo tras dejarlo ciego Smith (de nuevo su antagonista es su mejor aliado). Los Wachowski insisten sobre la falibilidad epistemológica de los sentidos y la necesidad de abstraerse de ellos para alcanzar la iluminación. Sólo un invidente puede ver que los otros son víctimas de una alucinación colectiva. Sólo cuando Neo queda ciego es capaz de ver la auténtica luz, la del espíritu. Y la Ciudad de las Máquinas está imbuida de la luz dorada espiritual. Negar el mundo espiritual nos hace verlo como máquinas o demonios que te atacan. Neo muere en un sacrificio póstumo y alcanza la paz espiritual. Vuelve a la fuente. Matrix se transforma. Los opuestos se han unido y un nuevo ciclo comienza.

jueves, 10 de septiembre de 2009

MATRIX REVELATIONS (I): BIENVENIDOS AL DESIERTO DE LO REAL

(Artículo aparecido en la revista Namaste)

Algo pasa con Matrix cuando entre sus seguidores figuran filósofos tan prominentes como Ken Wilber, Slavoj Zizek, David Chalmers o Cornel West (quien incluso interpreta a uno de los ancianos del Consejo de Sión).
La trilogía destaca entre otras películas filosóficas como 2001, Dogville, Stalker, El Septimo Sello, Pi, Delitos y faltas y El Show de Truman por los saberes que abarca (filosofía, espiritualidad, sociología, política, tecnología, etc.) y el alcance de los temas que analiza (ontología, poder, libre albedrío, problema mente-cuerpo, etc.)
También sobresale por su asequibilidad. Una regla no escrita tipifica el cine comercial como superficial y ramplón y el cine de ideas como lento y discursivo y, por tanto, minoritario y elitista. Los Wachowski consiguen reconciliar acción e ideas y gestar una obra de ritmo vertiginoso con una estética y unos efectos especiales revolucionarios pero que invita al espectador a reflexionar sobre la realidad, la libertad y el sentido de la vida.
En este primer artículo me centraré en Matrix y en el próximo número me ocuparé de Matrix Reloaded y Matrix Revolutions, sin olvidar su carácter único e indisociable.
El mensaje de Matrix I se resume en la palabra que, de súbito, aparece en la pantalla del ordenador de Thomas Anderson, alias Neo: “Despierta”. Es similar al “abre los ojos” de Amenábar y entronca con otras películas como Dark City, El Show de Truman, Cube, Pleasantville o Existenz que pretenden cuestionar la realidad y rasgar el velo de Maya. Si sólo podemos acceder al mundo mediante nuestros imperfectos sentidos, ¿cómo podemos asegurar que no somos víctimas de una ilusión? ¿No es lícito dudar, como Calderón y Descartes, dónde acaba el sueño y empieza la realidad? La obra recicla tres de las más famosas alegorías filosóficas relativas al problema de lo real: En primer lugar, el genio maligno de Descartes, una inteligencia sobrehumana (en la película, las máquinas) capaz de manipular nuestras mentes generando una realidad ilusoria. En segundo lugar, el mito de la caverna de Platón, según el cual somos como prisioneros en una cueva que confunden la realidad con sombras proyectadas en la pared (la relación con el cinematógrafo es obvia), que en la cinta se convierte en una simulación informática llamada “matrix” diseñada por inteligencias artificiales para mantener a los humanos bajo control y alimentarse de su energía vital. Lo que nos lleva a la tercera fábula: el cerebro en la cubeta, dilema escéptico que especula sobre la posibilidad de que seamos cerebros suspendidos en cubetas conectadas a un ordenador que los alimenta con señales eléctricas, pues como dice Morfeo ¿Cómo defines lo real? Si estás hablando de lo que puedes sentir, lo que puedes oler, lo que puedes saborear y ver, entonces lo real son simplemente señales eléctricas interpretadas por tu cerebro.” Desengañémonos: la realidad es siempre virtual.
Encontramos, además, el enfrentamiento clásico de la ciencia ficción entre hombres y máquinas (2001, Metrópolis, Terminator...) típico del subgénero ciberpunk al que pertenece Matrix (Blade Runner, Ghost in the Shell), alegoría del conflicto entre razón y emoción, y consciente e inconsciente. En los mitos y relatos clásicos (desde la Biblia a los mitos griegos y de Beowulf a El Señor de los Anillos) la batalla se resolvía en favor de la parte racional y consciente: El héroe derrotaba al dragón (nuestro cerebro reptiliano) con su espada o lanza (símbolos de la razón). Se celebraba así la aparición del pensamiento racional y el reemplazo del matriarcado (y sus religiones lunares) por el patriarcado (y las religiones solares). La hegemonía de la razón ha conducido en nuestras sociedades modernas a la represión de las emociones y la negación de lo instintivo. Vivimos en un mundo mecanicista, materialista y racional que margina nuestro lado humano (emocional y espiritual). Las máquinas representan en Matrix el pensamiento rígido y el control institucionalizado. Despertar implica hackear nuestro cerebro y liberar nuestros instintos, emociones y espiritualidad del yugo de la mente racional (“No pienses que lo eres. Sabes que lo eres” le ordena Morfeo a Neo).
La historia tiene también un marcado sabor orwelliano y marxista. Thomas Anderson es un alienado empleado de una organización deshumanizada y burocrática, un mero engranaje de la gran máquina que es el sistema en el que se encuentra inmerso. El socrático Morfeo le revelará una realidad alternativa: “Matrix nos rodea. Está por todas partes. Incluso ahora, en esta misma habitación. Puedes verla si miras por la ventana o al encender la televisión. Puedes sentirla cuando vas a trabajar, cuando vas a la iglesia, cuando pagas tus impuestos. Es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad.” Desde esta perspectiva, la obra es una incitación a la revolución para superar la mentalidad de rebaño que criticara Nietzsche. Según éste, la socialización nos hace esclavos del sistema y sus normas. Nos convierte en baterías que alimentan al sistema como instrumentos de producción o consumidores pasivos. Despertar supone liberarse de dichas normas sociales y superar la moral de rebaño para convertirse en superhombre. La lucha de Neo es también la lucha del individuo contra la masa uniformizante.
Neo da el primer paso (el primer sueño lúcido que le brinda Morfeo) tras tomar la famosa pastilla roja y entrar en el país de la maravillas (clara alusión al uso de enteogénicos para abrir las puertas de la percepción). La película se inspira en las tradiciones espirituales que sostienen que el problema del hombre es la ignorancia de que la realidad es una ilusión. La trilogía presenta tres niveles de realidad diferenciadas incluso estéticamente: la realidad mental de Matrix fotografiada en colores verdes, la realidad física mostrada en tonos azulados y la realidad última de la que aquí sólo se perciben algunos flashes dorados, y que irá cobrando importancia a medida que la serie avanza. Desde esta perspectiva, la película puede ser entendida como una sincrética parábola moderna con vocación de mito cosmogónico de influencias fundamentalmente budistas y cristianas. Ambas recurren a la figura de un Mesías, o bodhisattva que libera a los hombres y les ayuda trascender el mundo de las apariencias. En Matrix, el Redentor es Neo (anagrama de “the One” –el elegido-), avatar de Thomas Anderson (andros-son, hijo del hombre). En numerosos momentos se relaciona a Neo con Jesús o Buda, directa (refiriéndose a él como el Elegido o el Salvador, relacionándolo con sus anteriores reencarnaciones y resucitándolo) o indirectamente (“eres mi Jesucristo particular” o el rótulo "Mark III no. 11” que hay en la nave Nebuchadnezzar, alusión al pasaje del Evangelio de San Marcos que habla del Hijo de Dios). El resto de rebeldes psiconautas también tienen resonancias míticas: Morfeo es el dios griego del sueño y el Juan Bautista que pregona el advenimiento del Mesías, Trinity es la parte femenina que con Neo conforma el andrógino divino y el Dios que resucita a Jesucristo/Neo, Cypher es un Judas...
Liberarse de matrix no conduce en esta entrega al Cielo, Nirvana, Pleroma, Moksa o Keter, sino al desierto de lo real, concepto de Baudrillard (el autor del libro “Simulacro y Simulación” en el que Neo esconde el software con el que trafica) que alude a la realidad sustituida por la hiperrealidad en que vivimos. El distópico desierto de lo real que Morfeo muestra a Neo nada tiene de paradisíaco. Es un infierno en que los hombres han sido condenados por su codicia y ansias prometeicas. Cypher prefiere la ilusión de matrix a ese mundo gris y desolado. Neo, pese a gozar de un poder sin parangón dentro de matrix, prefiere la libertad y la verdad. Es otro de los grandes dilemas de la película: ¿la ignorancia es felicidad o la verdad nos hace libres?
El despertado Neo se convierte en un superhombre, pero no ha alcanzado la liberación suprema: la superación del ego, el fin del conflicto y del sufrimiento. Es lo que nos contarán los próximos episodios en una vuelta de tuerca que nos obligará a reinterpretar este primero, pues nada de lo que se nos ha contado es lo que parece.

viernes, 17 de julio de 2009

DOGVILLE



Von Trier, tras crear el manifiesto Dogma, lo tira a la basura sin contemplaciones, en este genial cuento moral brechtiano donde los decorados brillan por su ausencia para no desviar la atención de los personajes. Dogville, una de las películas más pesimistas que recuerdo, no sólo critica a la sociedad americana como tanto se ha dicho, sino a toda la humanidad, pues, en mi opinión, su premisa es: ¿Qué pasaría si Dios (el mafioso James Caan) mandara a su único hijo (Nicole Kidman) a la Tierra? Dog es un anagrama de God, y Dogville es lo opuesto a la Ciudad de Dios, una ciudad de hombres miserables e indignos de redención.

martes, 16 de junio de 2009

EL SÉPTIMO SELLO


Un cruzado juega al ajedrez con la Muerte, en un intento desesperado de prorrogar su vida para poder realizar una última acción que la dote de sentido. El tablero donde se desarrolla tan singular partida es una Europa azotada por la peste negra. Esta alegoría milenarista rodada en 1957 trata un tema recurrente en la obra del gran director sueco Ingmar Bergman: el miedo existencial del hombre frente al vacío, llamando a un Dios indiferente o inexistente. Sin embargo, hay espacio para la esperanza: el gozo del instante puede vencer al horror de la muerte y el altruismo puede dar sentido a nuestra existencia. Bergman combina como nadie imagen y palabra en esta película de gran profundidad metafísica y belleza formal. A modo de curiosidad, decir que la partida de ajedrez entre el caballero y la Muerte está inspirada en mural de Albert Målare, que además es uno de los personajes de la película.