jueves, 15 de octubre de 2009

MATRIX REVELATIONS (II): EL FIN DE LOS OPUESTOS

(Artículo aparecido en la revista Namaste)

Matrix, es, para muchos, una obra maestra del cine postmoderno. En cambio, sus secuelas son consideradas innecesarias y fallidas por un amplio espectro de crítica y público.

Ciertamente, Matrix es más redonda que Matrix Reloaded y Matrix Revolutions. El principal problema de estas últimas es estructural, al constituir una película partida en dos por un molesto “continuará” (como El imperio Contraataca y El Retorno del Jedi). Lo ideal hubiera sido fundir Reloaded y Revolutions en una o haberlas hecho autoconclusivas. Sin embargo, están injustamente infravaloradas y en este artículo trataré de reivindicarlas y de demostrar que las tres forman un todo, siendo absurdo analizarlas por separado. Tomadas como trilogía, constituyen una de las obras más ambiciosas de la historia del cine, en temática, logros y mensaje.

Al final de Matrix, Neo despierta y se convierte en una suerte de superhéroe nietzschiano, mezcla de Luke Skywalker y Jesucristo. Ha trascendido el samsara, descubriendo la red ilusoria que es matrix. No sin dudas, como Jesucristo, asume su papel de Salvador y emprende una cruzada para liberar a los hombres de las máquinas. Elegir el camino de la violencia es señal de que aún no ha alcanzado el Nirvana. Neo ve la realidad en base a opuestos, no ha superado su ego y sigue preso del sufrimiento y el deseo, los principales obstáculos, según el budismo, a la iluminación.

La primera parte aisladamente es una convencional película de buenos y malos, dualista y maniquea: opresores y oprimidos, hombres contra máquinas, el Bien contra el Mal. Una especie de Star Wars más adulta, con referencias budistas y el mismo patrón narrativo del viaje del héroe de Joseph Campbell. Reloaded y Revolutions aportan una complejidad y riqueza que desintegran la, hasta ahora, marcada frontera entre el bien y el mal.

Esto ocurre por primera vez cuando el Oráculo le revela a Neo que ella es un programa. Resulta que no todos los programas del complejo sistema operativo Matrix buscan someter a la humanidad y van apareciendo aliados y simpatizantes: Seraph, Perséfone, Sati... Incluso muestran sentimientos humanos, como el amor de Rama Kandra por su hija.

Matrix Reloaded y Revolutions profundizan en temas sólo esbozados antes: libre albedrío, poder, iluminación... Reloaded en concreto, reflexiona sobre el libre albedrío. Si la trilogía avanza en base a elecciones (píldora roja o píldora azul, puerta de la derecha o puerta de la izquierda...), Reloaded presenta, encarnadas en sendos personajes, distintas posturas filosóficas sobre ellas. En su primer encuentro Morfeo le pregunta a Neo si cree en el destino. Éste contesta que cree en su capacidad de decidir el futuro. Morfeo, en cambio, es determinista: tiene fe en las profecías del Elegido y en las predicciones del Oráculo, pero también cree que lograr el propósito al que está llamado depende de su esfuerzo (“No veo coincidencia, veo providencia”. “Estamos aquí no porque seamos libres, sino porque no lo somos”). No en vano, cree que el Oráculo no dice el futuro, sino lo que necesitan oír para alcanzar su destino. Su postura es compatibilista, combinando determinismo y libre albedrío. Por contra, Merovingio cree en un determinismo fatalista, en el que el pasado y las leyes de la naturaleza causalmente conducen a un único futuro (parece replicar a Morfeo cuando dice: “donde otros ven coincidencia, yo veo consecuencia”). Los Wachowski dejan que el espectador decida si las decisiones de los personajes cuentan o si no son más que peones de un complejísimo juego sutilmente manipulado por fuerzas superiores, de la misma forma que las masas esclavizadas de píldoras azules creen que matrix es la única realidad que existe.

Los titiriteros que mueven los hilos son el Oráculo y el Arquitecto. Junto con Sati (la niña que crea la aurora en el epílogo) forman una "Trinidad" similar a la hindú integrada por Brahma (el Creador), Vishnú (el Preservador) y Siva (el Destructor). El Arquitecto es el programa diseñador de Matrix, un Yahvé con apariencia de burócrata de barba y traje blancos, que desde su panóptico particular, una habitación repleta de monitores, vela por la estabilidad de matrix. Es determinista, pues su creación pretende ser un sistema armónico de precisión matemática. El Oráculo (mujer, en la mejor tradición de los oráculos griegos) es la madre de matrix, la que la dotó de elección y que busca desequilibrarla mediante sus profecías y su apoyo a El Elegido. El enfoque de ambos personajes es opuesto: La racionalidad masculina contra la intuición del Oráculo. Su diálogo final así lo demuestra: “Lo sabías” sugiere el Arquitecto. “No. Lo creí” replica la interpelada. Los Wachowski toman partido, finalmente, en favor del libre albedrío. Tal vez Smith se equivocaba y la libertad, la verdad, la paz y el amor son algo más que constructos del intelecto humano que intentan justificar una existencia sin significado o propósito. Tal vez valga la pena luchar por ellos. Tal vez nuestra existencia tenga sentido.

La dualidad Arquitecto/Oráculo no es casual. El yin y el yang es integral a la sofisticada cosmogonía de la historia. Del mismo modo que una moneda tiene una cara y una cruz unidos por metal (su principio generador o tao) todos los opuestos son complementarios e indisociables de forma que uno es imposible sin el otro. Sólo así se entiende la paradoja que pone de manifiesto el Consejero Hamann de que los humanos dependan de la tecnología para mantener Sión y luchar contra las máquinas (“estas máquinas nos mantienen vivos y las otras nos quieren matar”). Hombres/máquinas, mente/cuerpo, eros/agape, Neo/Smith, Neo/Trinity, son algunos opuestos de la historia. Los más importantes son estos últimos y conviene analizarlos en profundidad.

Como mantienen Gnosticismo y tantrismo, hombre y mujer no pueden encontrar la iluminación separados. Neo y Trinity representan la parte masculina y la femenina de la divinidad que combinadas dan lugar a una Rebis alquímica o entidad andrógina que logra la conjunción de los opuestos y el cese del tormento de la separación. El mensaje es que hemos de terminar con el enfrentamiento entre opuestos, tan del gusto de machistas y feministas y aspirar a una cierta “androginia mental”. Hablar de Neo y Trinity es también hablar de amor. Del amor entre hombre y mujer (eros) y del Amor divino y como sacrificio (agape), algo que en nuestra sociedad egoísta e individualista estamos olvidando y que aparece en múltiples momentos (en Matrix incluso homenajeando el beso revitalizador de La bella durmiente, sólo que invirtiendo los géneros). Y principalmente, del Amor como principio motor del Universo.

Neo y Smith son opuestos, antagonistas de objetivos antitéticos: un troyano, una anomalía que amenaza el sistema contra un programa antivirus. Pero en realidad se necesitan, son complementarios. En Matrix, Smith no lucha contra Neo, sino contra Anderson (en el clímax, Smith sentencia “Adiós, señor Anderson” y el otro contesta: “Me llamo Neo”). Lo que parece una réplica es, en realidad, una confirmación. Neo ha vencido a Anderson, su alter ego, gracias a Smith. Neo derrota a Smith metiéndose dentro de él. Le contamina de su esencia y le convierte en otro virus. Smith ve la dorada luz del espíritu y deviene un ángel caído. Su condición demoníaca se subraya con su capacidad de replicarse poseyendo a otros. Es legión. Pero a medida que la historia avanza los extremos se tocan: Neo se vuelve cada vez más máquina (“Es una máquina”, exclamaba un asombrado Mouse al ver la destreza con que Neo se desenvolvía en el mundo virtual) y Smith más humano (crece y se multiplica como los humanos, cosa que en la primera parte confiesa que es lo que más odia). La impresionante batalla final de Matrix Revolutions es un Apocalipsis reminiscente del Miracleman de Alan Moore, en el que el diluvio bautiza a los contendientes lavándoles del pecado original de la separación. Neo se da cuenta de que debe dejar de luchar y hacerse uno con Smith, su Sombra. Sólo alcanzará su yo esencial y la paz espiritual, si trasciende e incluye la parte de él que ha alienado.

La liberación ha de ser para todos, hombres y máquinas. No puede haber vencedores y vencidos pues todos somos Uno. Es necesario redimir todos los planos de la realidad, para integrarlos y acabar con la fragmentación. Neo lo ve sólo tras dejarlo ciego Smith (de nuevo su antagonista es su mejor aliado). Los Wachowski insisten sobre la falibilidad epistemológica de los sentidos y la necesidad de abstraerse de ellos para alcanzar la iluminación. Sólo un invidente puede ver que los otros son víctimas de una alucinación colectiva. Sólo cuando Neo queda ciego es capaz de ver la auténtica luz, la del espíritu. Y la Ciudad de las Máquinas está imbuida de la luz dorada espiritual. Negar el mundo espiritual nos hace verlo como máquinas o demonios que te atacan. Neo muere en un sacrificio póstumo y alcanza la paz espiritual. Vuelve a la fuente. Matrix se transforma. Los opuestos se han unido y un nuevo ciclo comienza.