lunes, 17 de septiembre de 2007

CAÓTICO MEDEM

La mayoría de las películas se encuadran dentro de lo que yo llamo cine de lo objetivo. Éste se centra en lo externo, en reflejar conductas, situaciones, comportamientos y acciones observables y objetivizables. Unos pocos realizadores y obras se interesan por un territorio más etéreo: el interior del individuo, es decir sus pensamientos, deseos y emociones. Es el cine de lo subjetivo. Entre sus militantes destacan Buñuel, David Lynch, Michel Gondry, Terry Gilliam y Julio Médem. Es el cine que más me interesa, pues opino que la única realidad a la que podemos acceder es la subjetiva.
Una segunda subdivisión que viene al caso es entre cine en prosa y en poesía. El primero, es obviamente el hegemónico; el segundo es más común en oriente, y entre sus realizadores podríamos citar a Ozu, Dreyer, Fellini, Mallick, Sokurov, Zulueta y, de nuevo, Médem.
La unión de lo poético y de lo subjetivo hace de este cineasta vasco uno de los autores más interesantes que ha dado nuestro cine. Médem es un artista dionisíaco complejo, evocador y fascinante que posee una filmografía envidiable jalonada de grandes títulos como Los amantes del Círculo Polar o Tierra.
Yo ya le echaba de menos. Seis años después de Lucía y el Sexo (y con el necesario paréntesis de La pelota vasca de por medio) vuelve por fin a la ficción con Caótica Ana, película que corrí a ver nada más estrenada.
ACTO PRIMERO. Tras un atinado prólogo en que juega con los símbolos del halcón y la paloma como anticipo de lo que luego nos va a contar, Médem nos sumerge en la historia de Ana (otro nombre palíndromo de los que tanto le gustan, como Oto o su propio apellido), una chica que vive en Ibiza en un bucólico estado de pureza e integración con la naturaleza y que emigra a Madrid para desarrollar sus inquietudes artísticas. Nos encontramos con un Médem en estado puro, con el tema del azar como motor de la acción, esa forma de narrar inconfundible y unas imágenes cargadas de emoción y poesía. Todo es precioso en esta primera parte, la fotografía (de nuevo digital), los cuadros de su difunta hermana, la dulce y encantadora Manuela Vellés (nueva adición a su impresionante historial de descubrimientos femeninos tras Emma Suárez, Silke y Paz Vega, un catálogo de bellezas y estupendas actrices que despertarían la envidia del mismísmo Hitchcock). Próximo al Séptimo Cielo me encontraba yo, disfrutando de un cine de muchos quilates y del eterno femenino encarnado en Manuela y mi acompañante (y es que Médem no es el único que tiene buen ojo). Fin del Acto Primero.
ACTO SEGUNDO. Punto de giro. Médem empieza a enseñar sus cartas. Entra un hipnotizador, que hace las funciones de personaje obstáculo y que, en cambio, a mí me saca del trance y me empiezo a dar cuenta de que el guión de Caótica Ana deja bastante que desear. El personaje obstáculo es un término técnico que alude a aquél que se interpone ante el protagonista y le obliga a afrontar sus problemas personales y de paso hacer avanzar la acción. El recurso del hipnotizador para ayudar a Ana a darse cuenta de su condición arquetípica femenina es tan facilón y tan manido que ya puestos hubiera podido sustituirlo por Obi Wan Kenobi. Encima el actor que lo interpreta es un error de casting de bulto, con su pinta de modelo de Calvin Klein y su acento de hipnotizador de barraca de feria. Además, la historia empieza a desprender un molesto tufillo de filosofía new age de sección de autoayuda con su maniquea contraposición de los valores femeninos y masculinos (a la que no le falta parte de razón, pues no voy a ser yo el que niegue que valores como la agresividad y la competencia no sean la causa de muchos de los males del mundo) y su ingenua reinvindicación de las sociedades matriarcales antiguas (¡ah! qué buenos tiempos aquéllos del buen salvaje, el culto a la Diosa Madre y los sacrificios humanos). Fin del segundo acto.
ACTO TERCERO: Probablemente estaba yo despistado, pero la elipsis del viaje a Nueva York me pareció un poco brusca ¿no? Tan brusca como la transformación de Ana. Médem ha hecho evolucionar a su personaje estéticamente a lo largo de toda la película: Parece Pocahontas al principio, ya en Barcelona se va haciendo más urbanita y en Nueva York aparece como recién salida de la versión gótica del programa de TV “Cambio Radical”. Eso es interesante, pero el arco de transformación del personaje ha sido más que nada externo ya que la pobre Manuela se ha pasado casi todo el segundo acto hipnotizada o intentando entender la mala dicción de Bebe. O sea que de golpe y porrazo Ana se metamorfosea por dentro y por fuera en la Jennifer Garner de la serie Alias, lista para enfrentarse a los depravados Halcones de Bush. Cuando pensaba que el momento culebrón del reencuentro de los amantes era el punto más bajo de la película me doy cuenta de que lo peor está desgraciadamente por llegar. Este giro final no lo voy a contar evidentemente, pero sí diré que Médem se traiciona así mismo, cambia la poesía por la prosa más soez y pertrecha uno de los finales más desafortunados y disparatados de la historia del cine. Fin del tercer acto.
En conclusión, la película describe una extraña curva que va de excelente a regular a pésima y que la posiciona como la más endeble de este autor. Nos queda Manuela Vellés, algunas escenas llenas de lirismo y una maravillosa secuencia de animación con la estética de los cuadros de la difunta hermana de Médem, a la que dedica la película.

viernes, 14 de septiembre de 2007

TAPE: UNA RECOMENDACIÓN

Ayer fui al estreno de la obra teatral Tape de Stephen Belber, dirigida por Alex Tejedor, en el Teatro Municipal Xesc Forteza. El montaje -que estará en cartel del 13 al 16 de septiembre- ha sido galardonado con el premio de proyectos teatrales del Ayuntamiento de Palma.

La historia es un triángulo amoroso entre antiguos compañeros de instituto que se vuelven a reunir tras diez años sin contacto. En ese aparentemente feliz reencuentro acabará aflorando un oscuro episodio de su relación que nunca habían tratado abiertamente antes.

Yo conocía la obra por la adaptación al cine que Richard Linklater había hecho, en la que fue su primera película en mini DV (luego seguiría fiel a la Panasonic 100 en la interesante Waking Life y la plomiza A Scanner Darkly) y, sinceramente, esta versión me ha gustado mucho más. Los actores (Xavier Frau, Rodo Gener, y Queralt Albinyana) hacen un gran trabajo (a Rodo Gener ya lo había visto trabajar, pero los otros dos me eran desconocidos y fueron para mí todo un descubrimiento) y la escenografía tiene un puntito simbólico con su estructura triangular muy interesante. Por tanto, mi enhorabuena al director, Alex Tejedor por el trabajo realizado.

Aparte de director teatral, Álex es un excelente actor (ha intervenido en series como Vallterra y en numerosas obras teatrales –la última Falstaff- y cortos), gran amigo mío y colaborador (desde aquí le doy las gracias por haberme regalado su mejor interpretación –ya veréis, ya- hasta la fecha como protagonista de mi último corto, aún en postproducción “Sombras”) y sobre todo un extraordinario tipo, con lo que se merece todo el éxito que le pueda llegar.

¡Así que al teatro todos!