viernes, 31 de agosto de 2007

DISPAREN SOBRE EL TRADUCTOR

Los cinéfilos habréis caído en la cuenta de que el título alude a la película de François Truffaut, Tirez sur le pianiste. Pero a quien habría que pegarle un tiro es al traductor, por sus escasos conocimientos gramaticales, pues no se tira sobre el pianista (a no ser que seas muy bajito) sino al pianista. Y es que hoy vamos a hablar de traducciones.

Siempre me he preguntado quién traduce los títulos de las películas extranjeras. ¿Habrá un departamento encargado en las distribuidoras? ¿Existirá el puesto de director de traducción de títulos? ¿O más bien será un oscuro administrativo quien se encargue mientras coteja facturas?

Había un tiempo en que las traducciones se hacían con criterio. Los títulos fácilmente traducibles se vertían al español literalmente (Citizen Kane: Ciudadano Kane). Los que se tenían que dejar tal cual, ni se tocaban (Fahrenheit 451). Y cuando se cambiaban los títulos era con ingenio y sensatez. Por ejemplo, Some like it hot (Hay a quien le gusta caliente) no tiene fuerza en castellano y se tituló Con faldas y a lo loco. Otro título de Wilder, The Seven Year Itch, sería más discutible, pues su significado (la sarna del septimo año) alude a que en aquellos tiempos los matrimonios tenían sus crisis a partir de los 7 años (tiempo que hoy se ha acortado a los 7 meses e incluso a los 7 días), pero qué duda cabe que La tentación vive arriba (si es Marilyn y no un tío con bigote) es un gran título.

Incluso existen casos en que el título español supera al original. Así Bringing up baby se tradujo no como Educando a la niña (traducción literal en la que se pierde la alusión a la felina mascota Baby, protagonista de uno de los gags más hilarantes de la genial película de Howard Hawks) sino como La fiera de mi niña, que no sólo mantiene el doble sentido del original, sino que suena mejor y recuerda a la La fierecilla domada de Shakespeare. Y quizás el mejor ejemplo de todos es Centauros del desierto, poético título que le hace muchísima más justicia al épico clásico de Ford que el insulso The searchers.

Pero las cosas han cambiado mucho. Hoy en día los que traducen títulos ni saben idiomas (When Harry met Sally debería traducirse como Cuando Harry conoció a Sally, no encontró y eso es algo que aprendes en la primera clase de inglés, cuando te enseñan “pleased to meet you”) y encima se las dan de que saben (¿a qué viene traducir Shaun of the Dead como Zombies Party?) y tienen la sensibilidad de una silla. Vamos, yo creo que si se cogiera el título original y se pasara por un traductor automático de los que hay en internet sin repasar siquiera, se conseguirían mejores resultados.

Como divertimento, os sugiero un pequeño juego: que me digáis cuáles creéis que son las peores traducciones de títulos de películas. Espero vuestros comentarios!!!!

Voy a empezar por un caso sangrante: Eternal Sunshine of the Spotless Mind. Tengo debilidad por esta película. Es una de mis favoritas. La película que mejor transmite el estado de desamor de la historia del cine. Cuenta con un guión perfecto de un Charlie Kaufman en estado de gracia; demostrando quién es el guionista más original y arriesgado del momento. Si a eso le añadimos el desbocado onirismo y surrealismo del director Michel Gondry y las estupendas interpretaciones de los actores, destacando por encima de todos un sorprendente Jim Carrey, tenemos servida una obra maestra preciosa, brillante y desgarradora.

El título original es una cita del poema de Alexander Pope Eloise to Abelard, basado en la trágica historia de los amantes renacentistas del mismo nombre y que se recita en un momento de la película. Se podría traducir como “Eterno Resplandor de la Mente Inmaculada” en alusión al tema central de la película: el deseo de recuperar la inocencia y brillo original de una mente que no haya sido marcada por los efectos del desamor y sus correspondientes secuelas. Tan bellísimo y atinado título se tradujo aquí como: ¡Olvídate de mí! Desde aquí hago un llamamiento: ayudadme a encontrar a quien cometió semejante tropelía. Se la tengo jurada.

Os toca a vosotros: ¿Cuáles creéis que son las peores traducciones de títulos de películas?


viernes, 17 de agosto de 2007

DUELO A MUERTE EN EL GRINDHOUSE

Seguro que no era la intención de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino, pero yo no puedo evitar ver Grindhouse como una competición por ver quién hace la mejor película. Y aunque en España no podamos ver el duelo en programa doble, como fue concebido, tras ver Planet Terror de Robert Rodríguez, y sin ver Deathproof, ya tengo ganador. Rodríguez vence por KO.
Planet Terror es una película perfecta en lo que respecta a logro de objetivos. No se le puede poner ningún pero. Es admirable cómo el autor de El mariachi deconstruye todos y cada uno de los clichés del subgénero de zombies y los combina sin convertir la película en un pastiche. Así demuestra lo que yo ya sospechaba: que es mejor que Tarantino.
Y aunque parezca una contradicción, Tarantino es un director más importante; de los que pasan a la historia del cine y le encantan a los críticos gafapastosos. Rodríguez no tiene un estilo tan definido, ni películas tan emblemáticas e influyentes como Reservoir Dogs o Pulp Fiction. ¿Entonces en qué me gusta más?

En primer lugar, tiene un espíritu más amateur, y yo creo que un buen cineasta debe siempre conservar su amateurismo. Por que amateur significa que ama lo que hace, que le apasiona el cine. Y a Rodríguez se le nota que le encanta el cine. Todo el cine. El bueno y el malo. De serie A y de serie Z. Además la mayoría de sus películas destilan ese sabor de producción hecha entre coleguillas para pasárselo bien, por muy profesionales que sean todos y por mucho presupuesto que tengan. Y, como un cortometrajista cualquiera, dirige, escribe, opera la cámara, monta y hace la música. Sólo le falta cocinar el catering.
En segundo lugar, Rodríguez siempre se pone al servicio de la historia. Tarantino, en cambio, tiene un ego que no le cabe en el pecho. Sus películas son demasiado autoconscientes, se nota que intenta que sean importantes y que dejen huella. Incluso cuando hace gamberradas como Kill Bill 1 y 2. Y que conste que el tipo me cae bien y que hay muchos grandes cineastas de sus características: Chaplin, Welles, Coppola, ... vamos la mayoría. En cambio, lo que hace a Rodríguez grande es su humildad. Hace las películas que a él le gusta ver, cine de género sin ninguna pretensión de trascendencia. Homenajea a los directores que le gustan: Romero, Leone, el propio Tarantino (tanto en Sin City -replicando su famosa estructura narrativa- como en Planet Terror -introduciendo el famoso plano desde dentro de un maletero, marca de la casa de su buen amigo-). E incluso se pone en un claro segundo plano en alguna de sus obras, como Sin City, que es claramente una película de Frank Miller (hasta el punto de que más allá su brillantez técnica los que hayamos leído los comics originales nos preguntemos la razón de ser de una adaptación tan fiel, el mismo problema, por cierto, del que adolece 300, en la que Zack Snyder se vuelve más Miller que Miller, hasta en lo malo, por la apología del macho y de lo marcial que es esta película).
Y así, con esa modestia y ese innegable buen hacer, Rodríguez nos ha dejado grandes productos de entretenimiento como Abierto hasta el amanecer, le ha dado el empujón hacia el siglo XXI al cine negro con Sin City (por que el cine negro de nuestra época sólo puede ser así, hiperbólico e hiperviolento, como lo fuera ya en su nacimiento) y ha realizado el homenaje definitivo a la serie Z con Planet Terror. Todo ello sin ir de postmoderno.

Qué bien que nos lo pasamos con tu cine, Robert.

EL RENACIMIENTO DE UNA LEYENDA O QUÉ POCA IMAGINACIÓN TENGO

Y es que este blog hereda el nombre de un fanzine que me autoeditaba hace tantos años que prefiero no acordarme. Eramos jóvenes, apasionados, rebeldes, inexpertos y un pelín pedantes, lo maquetábamos a la vieja usanza, con cutter y cola, cortando y pegando. En él publicaba mis comics y mis escritos, mis filias y mis fobias. Después de tanto tiempo me sorprende que haya gente que aún lo conserve o lo recuerde. No es que diga demasiado sobre su salud mental, pero a mí me emociona cuando me lo dicen. Fueron 2 números que compraron todos mis amigos bajo amenaza de dejar de serlo y sorprendentemente, bastantes otros pájaros extraños. Los números sobrantes cumplieron durante años la valiosísima misión de servir de punto de apoyo a una balda de un armario.

Este blog, que nadie en su sano juicio leerá, nace con la intención de contribuir al declive de la cultura occidental y va dedicado a todos los que colaboraron en la revista: Javier Lirio (co-editor), Carlos Costa, Sergio Fioravanti, Francisco J. Marchante (¿qué habrá sido de ese gran dibujante?), Juan Ribas, Gabriel Mercadal, Fernando Cerro, Alfredo Liébana y también a Albert Herranz, el fichaje estrella del tercer número que nunca fue.